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El día que pudimos morir haciendo fotos

por Gustavo Bravo

El día que pudimos morir haciendo fotos

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Esta secuencia fue tomada este sábado 15 de octubre en la playa de Itzurun, en Zumaia (Guipúzcoa), durante una sesión de fotos de postboda con mi querido alumno Edu y su encantadora (ya esposa) Laura.

Quedamos en la playa a eso de las 17.00h para hacer una sesión ya muy extendida entre los novios vascos, que consiste en ir a ‘destrozar’el vestido y el traje de la boda en una divertida, romántica y única sesión fotográfica: en los flysch de Zumaia.

Todo iba a pedir de boca. Empezamos en lo más alto de la playa mientras la marea iba bajando y le íbamos ganando terreno al agua.

Esta sesión suele ser la más disfrutada por todos. Los novios, mucho menos nerviosos que el día de la boda y mucho menos vergonzosos que en la primera sesión fotográfica, lo dan todo;y el marco, como se suele decir, es incomparable.

Digo que todo iba a pedir de boda, porque cuando llevábamos una hora de sesión y parecía que el mar ya se replegaba a sus dominios, nos vinimos un poco arriba y decidimos apurar al máximo el atardecer, pensando -iluso de mí- que el terreno conquistado al mar ya sería nuestro para toda la tarde.

La fotografía de arriba, la que encabeza esta entrada, fue mi prueba de luz para hacer una serie de fotos sentados en las escaleras que dan al mar. Algo que se me ocurrió al llevar ya unos 10 minutos en la pasarela de cemento y haber hecho unas cuantas fotografías de pie.

“Se sientan y así descansan un poco”, pensé.

Acto seguido, tras hacer la primera prueba de luz y comprobar el histograma en la pantalla, solo pude fijarme en dos cosas: en que la luz era bastante buena y en una gran ola que se aproximaba por la izquierda.

Lo único que acerté a decir fue: “¡Tranquilos! ¡Viene una ola! ¡Estad tranquilos!”

Y eso fue todo.

En menos de un segundo, mis manos se agarrotaron por el miedo a verlos caer al mar, olvidándome por completo de que aquella ola también podía alcanzarme a mí pero, en un primer instante, o me sentí a salvo o no recaí más que en la integridad física de los novios.

Como se suele decir, ‘todo ocurrió en menos de un segundo’.

Mi mano, agarrotada por el susto, no dejó de disparar fotos en todo momento.

Viendo los datos exif de las fotografías, ahora podemos saber que en realidad el suceso duró exactamente nueve segundos;los que separan la fotografía que encabeza la secuencia con la última.

Lo mejor de todo: que no fue más que un susto, que ellos nunca perdieron la sonrisa y, seamos sinceros, ¡que la D810 siguió funcionando!

Equipo utilizado:

Cámara: Nikon D810.

Configuración: Prioridad a la Apertura, F 5.6 e ISO auto

Objetivo: Nikon AF-S 14-24mm 2.8 G

Comentarios:

Las fotografías se tomaron en Raw pero no han recibido revelado alguno. Únicamente se han convertido a JPG al exportarlas con Adobe Lightroom.

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