La fotografía desembarca por fin en el Guggenheim de Bilbao

La fotografía desembarca por fin en el Guggenheim de Bilbao

Estamos felices de anunciaros que hoy martes 1 de octubre de 2019 se inaugura en el Museo Guggenheim de Bilbao la primera muestra fotográfica de su historia, que podrá verse del 2 de octubre al 19 de enero.

*Podéis ir a verla gratis el 26 y 27 de octubre, con motivo de la celebración de su XXII Aniversario del Museo.

El fotógrafo que tiene el honor de abrir el camino a futuros fotógrafos (así lo esperamos y deseamos) es Thomas Struth (Geldern, Alemania, 1954), que ha supervisado personalmente la preparación de la muestra, que desde ya es histórica.

También ha sido el primer fotógrafo en exponer en el Museo del Prado.

Struth, cuyas fotos también se han expuesto en el Reina Sofía, procede de las cuestiones que el autor se formula a sí mismo —y plantea al observador— sobre la importancia del espacio público, el potencial de cohesión de los vínculos familiares, la relevancia de la naturaleza y la cultura, y los límites y posibilidades de las nuevas tecnologías.

Struth logra traducir temas fundamentales, como la inestabilidad de las estructuras sociales y la fragilidad de la existencia, en imágenes de gran elegancia formal que requieren de la participación y la empatía del espectador.

De este modo,  transforma al público de observador en aliado para indagar en los mismos valores sociales, éticos y humanos.

Thomas Struth ofrece un completo recorrido a través de más de cuatro décadas de trabajo de este pionero fotógrafo alemán, poniendo de relieve las preocupaciones sociales que han propiciado la evolución de su influyente arte a lo largo de las diferentes fases de su carrera.

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Habla el artista

En una de las entrevistas que realizó la última vez que vino a España contó que su vocación artística nació a sus 13 años. «Creo que apareció cuando tenía casi 13 años. En realidad no era el deseo de querer ser artista, pero empezó a gustarme dibujar y utilizar acuarelas y pasteles, y pinté mis primeros cuadros al óleo cuando tenía 14 años. No me imaginaba siendo artista, lo cual creo que fue positivo, porque no me molestaba en pensar en el futuro. Hacía lo que me apetecía».

Fue el primer artista con una beca para residir en el PS.1 Studios de Long Island, donde le dedicaron una exposición. Su primera exposición.

«Estuve cinco meses fotografiando e hice las fotos de las calles de Nueva York que ya conoce. Me limité a montar las copias sobre cartón y las pegué en la pared».

Fue profesor de fotografía en la Universidad de Arte y Diseño de Karlsruhe entre 1993 y 1996.

«Tenía 39 años y pensaba que era muy interesante ser profesor de Fotografía porque suena a contradicción. La razón es que, digamos, no hay una convención al respecto. Pensé mucho en lo que había aprendido de los profesores que había tenido e intenté analizar qué tenía de bueno y qué no. Luego lo junté todo y añadí algunas cosas importantes para mí y que ninguno de mis profesores había satisfecho de un modo u otro; pero me costó mucho tiempo encontrar mi papel.

En los años 80 colaboró con el psicoanalista Ingo Hartmann y realiza una serie de retratos de familia.

«Aprendí mucho de fotografía. Ingo había desarrollado una idea con sus pacientes: estos tenían que contar una historia y crear un relato sobre lo que ellos creían que sufrían y cuál podría ser la causa. Él además les pedía que le llevasen tres o cuatro fotografías que mostrasen cómo era su vida familiar. Cuando nos conocimos descubrió que yo era fotógrafo y me dijo que hacía mucho tiempo que soñaba con recopilar fotografías como esas, reunirlas, trabajar con ellas y hacer una exposición en la institución en la que trabajaba. Le dije que sí, que me interesaba, así que reunimos las fotos de unas 35 personas. Cada una trajo dos o tres, de manera que teníamos 80 o 100. Las reproduje todas y las puse al mismo tamaño y en blanco y negro, porque eran en color y yo quería hacerlas más comparables»..

Color y blanco y negro

«Al principio usaba el blanco y negro porque no podía permitirme pagar los materiales. No tenía impresora en color. No tenía dinero para película en color o para el revelado. En cambio, las hojas de contactos y el blanco y negro eran muy baratos. Más tarde empecé a trabajar en color, pero cuando contemplas una vista en color, no lo haces de la forma correcta. Cuando fotografías en blanco y negro, la mirada es diferente, porque piensas más en el volumen cúbico, en la luz y la sombra y cosas así. Hay que prescindir de los colores; todo se juzga únicamente por la intensidad de la luz. Mientras que con el color, por supuesto, es lo único que miras. Contemplas una escena y resulta que hay un rojo brillante y un amarillo luminoso. Descubres el punto de atracción de la imagen allí donde hay un color dominante. Así que yo no miro los colores. Cuando tienes un cielo azul y fotografías en blanco y negro, el cielo no importa. Si lo haces en color, el azul es dominante y constituye un elemento intenso de la foto. Porque, cuando lo miras, el cielo es aire; pero en la foto es un color azul, es papel azul. Por eso, ahora, cuando quiero hacer una copia con el cielo azul, en el proceso de impresión mi intención es asegurarme de que parezca aire, y no pintura azul. La línea es muy delgada».

«Cuando fotografías en blanco y negro la mirada es diferente. Hay que prescindir de los colores, todo se juzga únicamente por la intensidad de la luz».

«Me encanta hacer fotos. Por otra parte, necesito tener una razón para hacerlas. Es mucho más divertido plantearme un desafío al hacer una foto, que tomar fotografías de las cosas más obvias. Hacer fotos tiene mucho que ver con todo ello, con encontrar razones para hacerlas. Pero, ante todo, tengo una necesidad urgente de hablar a través de las imágenes y no de las palabras. Creo que soy un artista muy comprometido, pero a veces siento que no me identifico del todo con el mundo del arte».

En muchas de sus fotografías no aparecen personas.

«Creo que la ausencia deliberada de gente es necesaria para mostrar que lo que se está contemplando es una creación humana. De este modo, la mentalidad, y todo lo que los seres humanos representan, se expresa a través de los edificios. Si hubiese demasiada gente no sería más que una escena callejera cualquiera, con personas en las casas, y la sensación no sería esa».

-Como en las Meninas de Velázquez.

-Sí. Vi las Meninas por primera vez cuando empecé a hacer las fotos del museo, allá por 1992. Recuerdo que iba recorriendo el museo y llegué a esa sala. Miré a mi izquierda y me dije a mí mismo que no podía creerlo. Es una pintura asombrosa porque es un retrato de familia, tiene ese doble reflejo de conciencia.

-Por tanto, ¿le haría mucha ilusión que le propusieran llevar a cabo este proyecto en el Museo del Prado?

-Pensé que hacerlo sería algo extraordinario, así que decidí volar a Madrid y reunirme con Miguel Zugaza. Cuando llegó el momento, tenía fiebre y no me encontraba muy bien. Me pareció que era una mala señal, pero de todas maneras fui a la reunión y estuve tosiendo todo el rato, pero inmediatamente sentimos simpatía mutua. Él me dijo que quería apoyarme para que lo hiciese. Y ese fue el principio. Cuando estaba a punto de empezar, me habló de invitarme para que ayudase en la apertura del nuevo edificio, y me pareció que sería fantástico. Hice estos tres frisos: uno en el Hermitage de San Petersburgo, otro en la Academia de Florencia, y otro en El Prado. Entonces empezaron a hablar de ofrecerme la posibilidad de mostrar algunas de mis obras entre los cuadros, lo cual me pareció raro porque creo que la fotografía y la pintura no combinan muy bien. La fotografía y la escultura sí; pero la fotografía y la pintura, no.

La presentación que veremos en Bilbao relaciona las ideas iniciales de Struth —reflejadas en el material de archivo que el artista ha reunido a lo largo de los años— con grupos de obras bien definidos, desde el primero, Lugares inconscientes, hasta conjuntos como Retratos de familia, Fotografías de museos, Público, Nuevas imágenes del Paraíso y Este lugar.

Estos trabajos dialogan con otras creaciones, como Proyecto Berlín, un vídeo concebido en 1997 en colaboración con el videoartista Klaus vom Bruch, o las fotografías de paisajes y de flores que Struth creó para las habitaciones del Hospital Lindberg, posteriormente recopiladas en la monografía Dandelion Room (La habitación del diente de león), además de otros conjuntos de obras más recientes, como Naturaleza & Política y Animales.

Las conexiones entre estos trabajos ponen de relieve la capacidad de Struth para combinar el análisis y la creación fotográfica a la hora de abordar múltiples temas y medios, en imágenes fotográficas de gran fuerza.