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Jaques-Henri Lartigue

por Gustavo Bravo

Vida – Obra – Biografía

GRANDES FOTÓGRAFOS Y FOTÓGRAFAS

Jaques-Henri Lartigue

Jaques Henri Lartigue (1894-1986), conocido como ‘el fotógrafo de la felicidad’, es el primero en tener un gran trabajo apoyado en la estética casual y ‘el momento’, entendido como el instante congelado, aunque nunca tuvo inquietudes artísticas.

Sus fotografías, tomadas en el entorno familiar y con carácter lúdico y optimista, utilizan la casualidad como elemento estético, dejando al azar y sus posibles accidentes como elemento de sorpresa.

Gracias a una retrospectiva del MoMA de John Swarkowski, su obra ha pasado a la Historia de la Fotografía como uno de los mejores cuerpos de trabajo tomados en el ámbito doméstico.

Es el tiempo y la perspectiva lo que le ha otorgado una pátina de poesía y misticismo que su autor nunca pretendió.

Última actualización: nov 2021

«La vida es algo maravilloso que baila, salta, vuela, ríe y pasa»

-Jaques-Henri Lartigue

Las claves de la obra de Jaques-Henri Lartigue

Lartigue ha pasado a la historia de la fotografía gracias a su obra fotográfica familiar y vacacional, sin pretensiones artísticas pero moderno en su época, por participar del juego del ‘instante congelado’

‘Momento congelado’ como motivo fotográfico

Fotografía de la felicidad pero con inteligencia

A diferencia de lo que cabría pensar, las fotografías felices de un francés de clase alta de vacaciones, lejos de provocar cierto rechazo, despiertan una gran simpatía y nostalgia. Esto se debe a la honestidad y la naturalidad con la que las fotografías están hechas.

Moderno, tecnológico y producto de su tiempo

Lartigue fue producto de su tiempo, un momento muy concreto de la historia de la fotografía en el que hay una primera democratización gracias a las cámaras pequeñas que permiten ser utilizadas en vacaciones y situaciones domésticas.

Más que intención artística, un juego

En el momento en el que las cámaras fotográficas son capaces de congelar el movimiento, hay una fiebre generalizada por ver quién es capaz de dominar la técnica y asombrar con fotografías que ya no tienen una intención autoral profunda, sino que son más bien un juego en el que la principal motivación es averiguar cómo quedará una acción en el momento que ha sido captada por la cámara.

PRIMEROS AÑOS

Biografía de Jaques-Henri Lartigue 

Jacques-Henri Lartigue nació el 13 de junio de 1894 en Courbevoie, Francia, en el seno de una familia muy adinerada.

Muy inquieto y curioso, con apenas seis años ya mostraba una prematura sensibilidad creativa. Hacía fotos abriendo y cerrando los ojos con la técnica a la que él mismo denominó como piège d’oeil (la trampa del ojo). Quería atrapar el tiempo.

Su padre, Henri Lartigue, viendo la frustración de que aquel abrir y cerrar de ojos no captaba el instante decisivo feliz que su hijo quería congelar para la eternidad, a los siete años le regaló una cámara de fotos. Una voluminosa cámara de placas, construida por J.Audouin, sin obturador y fijada en un trípode.

«¡Es maravilloso! ¡Maravilloso! Nada será nunca tan divertido… Voy a fotografiarlo todo ¡todo!», dijo Jacques-Henri Lartigue a los 7 años al observar su primera fotografía.

Y el pequeño Lartigue empezó a fotografiar obsesivamente todo lo que le pedía su instinto fotográfico en aquella época de optimismo que caracterizó el cambio de siglo en Francia: momentos felices vividos junto a sus padres, su hermano mayor, su institutriz Zissou, su prima cayéndose de un kart, momentos en la playa y en la nieve… y acompañaba aquellas fotos de anotaciones y dibujos que le permitirían recordar aquellos momentos en el futuro. Le encantaba dibujar. Lo hacía a todas horas.

Lartigue en el baño con su modelo de hidroplaneador’ (1904)

«Mi prima Bichonnade. 40, Rue Cortambert, París, 1905»

BIOGRAFÍA DE JAQUES-HENRI LARTIGUE

La fiebre de los saltos congelados

En 1905, con 11 años de edad, hizo su foto más famosa: «Mi prima Bichonnade. 40, Rue Cortambert, París, 1905», en la que su bella prima salta jovial en unas escaleras.
Le gustaba mucho fotografiar a niñas y adolescentes: a mujeres guapas y felices.

En 1910, a los 16 años de edad, empezó a fotografiar a las estilosas y elegantes féminas que paseaban por la avenida parisina del Bois de Boulogne, al principio escondido con una vergonzosa mirada de adolescente, con un particular encuadre oblicuo y luego mirando a los ojos de aquellas bellas mujeres, como muestran sus retratos posteriores.

«En el parque Bois de Boulogne, en París, las mujeres paseaban todos los días, desde la mañana, con sus vestidos nuevos. Y todos los días, a mediodía, después de estudiar, yo corría para verlas. Me fascinaba la moda, y aquellos sombreros… Me gustaba ver aquellas mujeres hermosas»

«Jamás les pedía permiso para hacerles fotos. Me sentaba en una silla y las veía venir. Pensaba ‘ésta es bonita’, y entonces me levantaba y ‘click’, apretaba el botón. Mi cámara de entonces hacía mucho ruido y recuerdo que cuando las mujeres iban solas y me oían, solían sonreírme. En cambio, sus acompañantes masculinos se enfadaban. Pero no me importaba, yo era muy joven. Lo importante para mí era que ya tenía la foto que quería. Una mujer me pidió una vez que le llevara la foto que le había hecho, pero yo era muy tímido y me asusté. Ella era una bailarina famosa, se llamaba Regina Abaded. Yo tenía solo 17 años, así que le dije a mi hermano que le llevara la foto»

BIOGRAFÍA DE JAQUES-HENRI LARTIGUE

Siempre curioso: el momento congelado deja paso al color

En 1911, con 17 años, y gracias a un amigo de la familia, descubrió el color, pero le entusiasmo a la misma velocidad que le decepcionó profundamente.

«Antes, cuando veía un día maravilloso, sentía una especie de fiebre: una mezcla de ansiedad y desesperación. Pero esta mañana tengo placas de autocromo. ¡He instalado mi trípode y mi cámara frente a unos árboles rodeados de la azul neblina y me siento feliz! Siento la calma…»

«(El color) me gustaba y disgustaba al mismo tiempo. El color no perdura, cambia con el tiempo. Saqué algunas fotos que me llevaron bastante tiempo, algunas muy bonitas en la niebla, pero sólo 15 días después habían perdido ya su encanto, su sutileza, y eso era descorazonador».

En 1914, el estallido de la I Guerra Mundial lo cambiaría todo. Tenía 20 años y se dedicó más a pintar que a fotografiar y, aunque sí hizo fotos en aquella época, fueron pocas y no quería conservarlas.

«A veces me han dicho que en mis fotografías no hay momentos trágicos. Pero no los evito, lo que pasa es que no quiero conservarlos, ni siquiera en mi memoria, porque duelen. Durante la guerra y la liberación de París sí que tomé alguna foto un poco trágica, pero fueron muy pocas».

Durante décadas, su obra fotográfica que seguía haciendo para sí mismo -nunca dejó de hacer fotos-, permaneció en su intimidad.

Gran retrospectiva en el MoMa 

En 1963, los 69 años de edad, Lartigue y su tercera esposa viajaron a Estados Unidos a visitar a unos amigos. Iban en barco, el viaje iba a ser largo y eu mujer decidió llevar consigo muchas fotografías para ordenarlas. Un contratiempo en aquel viaje en EEUU les hizo coger un autobús desde Los Ángeles hasta Nueva York y allí coincidieron con un agente de fotógrafos llamado Charles Rado.

¡Bendita casualidad! Ella le enseñó el portfolio de su marido y éste quedó tan impresionado que contactó inmediatamente con el MoMa de Nueva York y con el editor gráfico de la revista Life…


El MoMA expuso sus fotos del 1 de julio al 3 de noviembre de aquel año 1963 y los amantes del arte pudieron conocer su obra.

El conservador de fotografía del MoMa de aquella época, John Swarkowski, invitó al famoso fotógrafo de moda Richard Avedon, que de aquella tenía 40 años, a ver la exposición. «Fue una de las experiencias más conmovedoras de mi vida», reconoció Avedon, que le dijo a Lartigue: «Usted me trasladó a su mundo. ¿Acaso no es ése, al fin y al cabo, el propósito del arte?».

Pero el gran éxito general no le llegaría hasta apenas tres semanas después de acabar aquella exposición: concretamente el 29 de noviembre de 1963, gracias a un reportaje de 12 páginas que le dedicó la revista LIFE. La edición de aquel día no era una edición cualquiera: apenas siete días antes, el 22 de noviembre, habían asesinado a Kennedy y el presidente protagonizaba la portada de aquel número que fue comprado por millones de personas, que en su interior descubrieron aquel tesoro fotográfico.

Jacques Henri Lartigue nunca abandonó su mirada feliz.

«Me gustan los pequeños accidentes de la vida. Suceden deprisa, pero las fotografías están ahí para capturarlos. Soy como ese niño que se ríe cuando alguien resbala con una piel de plátano y se cae. Soy un niño incorregible»
Jacques Henri Lartigue murió 12 de septiembre de 1986, en Niza, Francia, a los 92 años de edad, dejando 150.000 fotografías.